El impacto dramático de la crisis y los empresarios que denuncian a la corrupción K, parecen disputar el interés de los argentinos. Los empresarios corruptos entusiasman a los zocaleros de la tele y a los tituleros de los medios oficialistas. Pero la sensación es que esa construcción, esas tapas que inundan los kioscos y los programas gritones, se han despegado de la preocupación general más extendida y más profunda. Para muchos ya no se trata de preocupación sino de desesperación, porque la quiebra de empresas, el cierre de fuentes de trabajo y la disparada de la carestía de la vida ya conforman un drama nacional. Y es difícil que las tapas y los zócalos puedan competir con la desesperación.
Hay un disloque entre la profusa información que ha caracterizado a las operaciones mediáticas anti K, y la preocupación instalada en la sociedad. En otros momentos, esas operaciones conseguían crear un clima que ocupaba todo, la charla de los taxistas, las discusiones de sobremesa o los comentarios en el trabajo. La bomba psíquica de indignación denuncista y griterío mediático que induce al odio linchador está en su máxima expresión. Y lo que en otro momento podría haber sido una sociedad enardecida, ahora le presta poca atención. Está absorta en las facturas de los servicios y el precio de los alimentos. “Absorta” es el punto previo a la rabia, primero rabia individual y después la reacción colectiva, el hecho social y su consecuencia política.
Esta ofensiva mediático judicial funcionó como la herramienta que el gobierno guardaba para contrarrestar su momento más crítico. Habría que ser muy ingenuo para pensar que la aparición de fotocopias de supuestos cuadernos coincidió por puro azar con el punto de inflexión más grave de la crisis. Habría que ser más ingenuo para pensar que toda la movida en la justicia no estaba hablada previamente con los empresarios que fueron a declarar y con las altas esferas del Poder Judicial. Toda la aparatosa movida no se implementa de la noche a la mañana. Implica largas negociaciones donde cada uno trata de preservar su interés y deslindar concesiones y ganancias, donde se dibujan y recortan los alcances y los imputados y se subrayan los perdones y sus mecanismos. Por eso resulta más sospechoso aún que intenten presentarla como algo repentino y casual.
Igual que la famosa entrevista de Lanata a Lanatta, seis días antes de las elecciones primarias en el 2015, organizada para que el sicario condenado por el asesinato a sangre fría de tres personas, mandara abajo del tren al precandidato a gobernador bonaerense por el Frente para la Victoria, Aníbal Fernández. Cambiemos ha demostrado que estas operaciones constituyen su arma más contundente y a esta altura, después de una gestión desastrosa, también la única.
Y también ha demostrado que el poder de las corporaciones en los países emergentes supera al del Estado, al que todas las legislaciones, copiadas de las que tienen los países centrales, toman como el peligro principal de derechos y garantías. Y doblega a la justicia. Haber podido negociar con un criminal de alta peligrosidad como Martín Lanatta y haber arreglado la realización de la entrevista dentro del penal, un acto de campaña electoral abierto, implica un poder que sobrepasó, incluso al que devenía del manejo del Estado que en ese momento tenía el kirchnerismo. La negociación con el periodista resulta más fácil porque trabaja para esas mismas corporaciones.
Si algo faltaba para que esa escala jerárquica quedara en evidencia, la destitución del juez Luis Arias por haber frenado el aumento de las tarifas aparece como un ejemplo muy claro. No era un juzgado importante, pero su destitución por la Magistratura bonaerense se proyecta como una fuerte advertencia para cualquier miembro del Poder Judicial que obstruya decisiones que favorezcan a las corporaciones. Pasó exactamente lo opuesto con los jueces que durante el gobierno anterior obstaculizaron durante cuatro años la ley de medios que había sido aprobada por el Congreso. Ninguno de esos jueces que favoreció a las corporaciones fue destituido.
El viaje a Carmelo de Boudou, la morsa de Aníbal Fernández, la causa amañada de Nisman, las cuentas de Máximo Kirchner y Nilda Garré, el sobresueldo de Kicillof, el ataúd vacío de Néstor Kirchner, las falsas bóvedas de la casa de los Kirchner, el perito trucho de la causa del gas contra De Vido, los bolsos de la falsa secretaria de Néstor Kirchner y muchas más historias como esas, que resultan mentiras sin pruebas hacen dudar de la operación que se ha montado con los cuadernos. Estas y otras historias han sido parte de una estrategia para crear un clima crispado contra el gobierno anterior.
Con esta causa de cuadernos quemados y desfile de empresarios en el comienzo de un año electoral, el macrismo demostró que su única estrategia política continúa siendo la polarización con Cristina Kirchner. Cuando la ex presidenta se calla, el gobierno se queda sin política. La gestión ha sido tan mala que ya no tiene espacio para especular con la creación de falsas expectativas sobre la base de consignas milagrosas, que fueron su otro recurso electoral. No puede prometer porque perdió credibilidad, el único discurso que le queda es atacar a Cristina Kirchner.
De alguna manera esa situación ratifica la decisión de la ex mandataria de replegarse. Todo lo que dijera cuando Cambiemos estaba en la cresta de la ola hubiera funcionado en su contra aunque tuviera la razón. El problema para Cambiemos es que la crisis está produciendo un punto de inflexión que ya empieza a provocar el fenómeno inverso: todo lo que se diga contra Cristina Kirchner empieza a funcionar a su favor, aunque sea cierto. Las encuestas empiezan a medir este fenómeno. Al principio del gobierno de Macri, la imagen de Cristina cayó hasta su mínimo, y la de Macri llegó a su máximo. Ahora es al revés: la imagen de Cristina sube a pesar de toda la campaña en su contra y las de Macri y María Eugenia Vidal bajan cada vez más.
Mauricio Macri parece encerrado en un microclima sin percibir el país real. No puede concebir que la crisis que provocaron sus decisiones es muy profunda y que hay mucha gente que está muy mal. Si la tercera parte del país estaba en la pobreza en el 2015, como decía el Observatorio de la UCA, ahora no puede estar nada más en el 35 por ciento como lo ha señalado el mismo Observatorio, después de dos superdevaluaciones y en el medio de una hiperinflación con tarifazos. Se supone que una familia debe percibir más de 20 mil pesos por mes para no ser pobre y el promedio salarial está por debajo de esa marca.
Si Macri no percibe esa realidad, no puede percibir tampoco las consecuencias políticas que están cantando las encuestas. Cristina Kirchner se mostró en un acto sindical con Hugo Moyano, Ricardo Pignanelli y dirigentes de otros gremios. Esa foto fue un mensaje a la interna peronista. El sábado pasado, en la asamblea de Unidad Ciudadana que se hizo en Ensenada y en la que el orador central fue Máximo Kirchner, estaban los intendentes peronistas del conurbano. El grueso del peronismo estuvo representado en esos actos. El mensaje dice: no hay unidad del peronismo sin el kirchnerismo.
El proceso de reorganización de la oposición ya emitió esas señales como las del sendero principal que podría desembocar en una interna con la participación de varios sectores. Pero la segregación del kirchnerismo, como plantearon el senador Miguel Angel Pichetto o el gobernador Juan Manuel Urtubey, la sostienen expresiones muy minoritarias y con escaso caudal de votos.
Entre los senadores peronistas existe acuerdo de no conceder el desafuero de ningún senador si no hay condena en firme, como señala la norma correspondiente. Antes de pedir la autorización para allanar el domicilio de la ex presidenta, en connivencia con los medios oficialistas, el juez hizo dos allanamientos truchos en departamentos vacíos del mismo edificio. La intención de crear hechos mediáticos para mantener el clima de ofensiva antikirchnerista quedó expuesta en esos allanamientos. La negativa de la mayoría de los senadores peronistas para dar quórum a la sesión donde el oficialismo quería debatir el pedido de allanamiento se sostuvo justamente en que lo único que busca el oficialismo es ruido mediático.
Pero la mayoría de los argentinos ya no está pendiente de estos vericuetos de la política. La sociedad entró en la deriva desesperada de las situaciones de crisis donde lo que prima es la supervivencia. No hace falta recurrir a las encuestas para saber que la preocupación principal son las boletas de luz y gas, los precios del súper, la estabilidad laboral, el ajuste salarial y llegar a fin de mes. Todo lo demás, con cuadernos incluidos, transcurre por dos andariveles: uno mediático ruidoso pero con poca penetración. Y otro andarivel, institucional, el de la justicia, que en vez de ganar credibilidad, la va perdiendo.
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