Según publica el diario El Chubut, aunque, es cierto, se realizó sin la debida observancia de disposiciones legales en vigencia, por lo que el procesamiento de ambos se ajusta a derecho.
En cuanto a otro hecho que en su momento alcanzó singular trascendencia, la mega causa del Banco de la Provincia, también ha sido eclipsado por lo cometido por esa media docena de ex funcionarios que están entre rejas con prisión preventiva por seis meses.
Es que supera lo imaginable y la impunidad que han tenido los procesados para cometer semejantes atrocidades que han puesto a la provincia en la más grave crisis económica de su historia. Bajo ningún punto de vista puede aceptarse como inocente la ignorancia de los mismos, por parte de los organismos constitucionales que durante todo ese lapso mantuvieron un sospechoso silencio.
Tan pueril y sospechoso, como el del mismo gobierno que les dio las funciones, incluído su continuador frente a cuyo despacho habían logrado ampliar su siniestra obra de apoderarse de los dineros del Estado. Ahora, los sorprendidos en el oficialismo aparecen por todos lados y se muestran angustiados.
El repudio al jefe de esa banda de delincuentes ilustrados y bien vestidos, Diego Correa, -una especie del López Rega del dasnevismo-, es tanto que si en el país existiera la pena de muerte, seguramente que se pelearían entre ellos para armar el patíbulo. Pero la verdad que son tan creíbles, como lo serían los hermanos Schoklender cantando «Pobre mi madre querida», la vieja canción de Bettinotti, que con tanto sentimiento cantaba Hugo del Carril.
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